lunes, 26 de marzo de 2018

Ilusión y Mentiras

Disculpará usted, mi querido lector que me tome el tiempo de otorgarle esta pequeña introducción, antes de proporcionarle el cuento que hoy le comparto.
La Guerra de las Grandes Razas trajo consigo muchas catástrofes; desde terribles desastres naturales, la evolución acelerada de muchas especies en Onobrac (como fue el caso de la Araneae Drakonis, araña que antes era una inofensiva carroñera, pero que ahora posee un singular veneno que puede alterar el flujo de la energía espiritual de un ser vivo hasta causar que colisione con el maná y muera al instante, sin importar que tan grande sea) e incluso de un gran retraso cultural y tecnológico, siendo este último el que pudo ser frenado parcialmente, gracias al mago: Alexandros Daflavel, quien, inspirado por el Libro de Abraham el Mago, optó por escribir los infames volúmenes de la "Vivlía Enós Treloú" (obras literarias que esconden entre sus páginas diversas fórmulas de hechizos, pociones y planos para crear una amplia gama de herramientas y armas; sólo revelados hasta que se logra cumplir con ciertas condiciones explícitamente señaladas como prólogo del texto), entre los cuáles está la obra teatral "Ilusión y Mentiras". La cual es la que nos ha de llamar la atención el día de hoy y habremos de narrar el momento en el que fue revelada al mundo, la singular fórmula mágica creada por los ancestros de los cadejos, para generar singularidades en el espacio-tiempo, con el fin de crear un amplio territorio nuevo (como un bosque donde antes había un callejón sin salida, un castillo dentro de una cloaca, o bien, esconder un océano de agua energizada con maná, capaz de causar alucinaciones o cambios en el comportamiento de sus residentes, entre las páginas de un libro) conocida bajo el nombre de "Dominio".
Esta historia formalmente comienza en este momento:
-Recuerden sus líneas, improvisen de ser necesario y disfruten su personaje. El barco será su escenario, el océano su mundo y la historio será su realidad, no olviden el final y recuerden: Mientras que el personaje principal viva, la historia debe continuar.- Fueron las palabras que alguna vez mencionó el director de una obra a su actores, mientras los miraba con una amarga sonrisa, consciente de que la seria expresión que le mostraban en retorno, no era nada más y nada menos, que una máscara, aquella que escondía sus verdaderas intenciones, exceptuando a la única mujer que actuaba con honestidad y que sería la heroína de esa vil obra.- Ahora, ensayemos por última vez el acto final, aquel que debe mantenerse en sus corazones, como si estuviese grabado en piedra... y nunca ha de ser modificado- Añadió el director, antes de que un fuerte sí, resonara en todo el lugar.
Pasaron las horas, en las que cada actor bailó, sonrió, lloró y sintió una dicha embriagadora, pero irreal, que los hacía sumirse en una especie de trance del que no podían escapar, hasta que, para lo que aparentaba ser una desgracia, finalizó la última práctica, antes de la gran presentación; y como es habitual en el Reino de David, todos los actores (sin la supervisión del director) se reunieron para festejar el inicio de la gran premier y bebieron, hasta el punto en que, comenzaron a sentir que las cadenas de la cordura fueron destrozadas y los deseos extraños o ridículos parecían posibles... casi racionales, lo cual, les permitiéndió a casi todos ellos sugerir un cambio de última hora para el acto final, uno poco convencional y que acabaría por diferir por completo de aquel deseado, causando la falsa risa burlesca de la mayoría, pero que sería el comienzo de la elaboración de un sucinto plan, del cual, sólo una persona dudaba, siendo ésta, la única que se engañó a sí misma para creer que todo era una simple broma y se fue a dormir, sin pedir más explicaciones.
Pasaron las horas, tras el extraño evento y nada parecía haber cambiado, excepto por el hecho de que el amanecer decoloró el negro océano, hasta tornarlo de un claro azul, marcándole a los actores el inicio de la nueva jornada de trabajo; suceso que provocó que, maquinalmente y en cuestión de segundos, empezaran a maquillarse, vestirse y llegar al escenario principal, sin darse tiempo, ni siquiera para hablar, preocuparse o pensar claramente en lo que habría de ocurrir.
Al inicio, toda la obra siguió avanzando tal como lo hace el agua de un río: Fluida, sin turbaciones, mostrando desde el comienzo el cambio de actitud de cada actor, mientras dejaban de ser ellos mismos, para ser aquello que más deseaban y que sólo podían lograr a través de la gloriosa obra que se estaba realizando en aquel misterioso barco (una de las muchas cosas que, eran parte del extraño "Dominio" creado por Alexandros), el cual, desde hace un par de horas, ya había zarpado con el fin de llegar a la mitad del océano, el lugar donde se realizaría el acto final.
¨¡Los actores son fantásticos!¨ ¨¡El guión nos atrapa!¨ ¨¡El final ha de ser glorioso!¨ ¨¿Porqué esto habría de acabar?¨ Era la conversación indirecta, que el director notaba entre "la audiencia" y los actores, mientras que él alegremente, observaba el transcurso de la obra, rezando e implorando porque se alcanzara el final deseado, pues no quería que sus actores sufrieran el mismo final, que todos los que les precedieron.
Acabó el primer acto, luego el segundo, seguido por el tercero y el ritmo de la obra seguía tal como las olas que agitaban al barco: indiferentes a la realidad, sin presionar las verdades, o sin deseos de descubrir las mentiras que ya se habían contado, tan numerosas como el número de actores y los peces que viajaban junto al barco.
Las horas pasaban, mientras el público observaba cómo los actores seguían bailando en las hojas del guión, sin abandonarlo por un segundo, tampoco dándose el lujo de descansar, mientras la mañana se tornaba tarde, momento en el que los actores habrían de repetir la rutina matutina: Cambiar de vestuario, volver a maquillarse y regresar a la obra, para continuar con una actuación fluida como el agua, sin contratiempos, mucho menos con errores, causando que, todos y cada uno de ellos sintieran una profunda melancolía, por lo cercano que les parecía el final de la obra, del cual, sólo podían pensar una cosa.
-Si el actor principal nunca muere, la obra habrá de continuar.- Dijo uno de los actores, mientras miraba a su audiencia, rompiendo la cuarta pared, justo como estaba previsto, pero, a diferencia de otras ocasiones, le otorgó, al mismo tiempo, un mal presentimiento al director.-Por ello, guarden en secreto el final, para que la ilusión y la realidad no se mezclen.- Añadió el intérprete, mientras llevaba uno de sus dedos a sus labios, que parecían esbozar una gallarda sonrisa, la cual por alguna razón, le pareció perturbadora al director.
Una vez más, cuando el sol se ocultó, los actores cambiaron de prendas, de maquillaje y la heroína tomó en sus manos un pequeño revólver, la pieza cuyo peso no concordaba con el que habría de poseer en la obra, siendo la ola que rompió el flujo de la historia, permitiéndole entender, que se había equivocado aquella noche, pero, sin tiempo para pensar más, ni si quiera para buscar otra solución, retomó su papel y continuó con el flujo que creyó; era el correcto.
El acto final, aquel que habría de definir la eternidad, o lo fino de la existencia, encontró su nudo, cuando la heroína fue acorralada en la popa del barco y, justo como decía la obra, sacó de su bolsillo el revólver, que "habría" de ser el martillo que "definiría" el fin, o la eternidad.
...Seis disparos se escucharon, mientras uno a uno los actores caían al suelo, fingiendo sorpresa, pese a que estaban felices y extasiados, pues finalmente habían logrado su objetivo, al privar a la protagonista de la muerte, sufriendo este destino en su lugar; marcando el comienzo de la eternidad...
O así es como debió haber sido según ese insensato plan.
Consciente de lo que significaba, sabiendo que no existían otras alternativas, la heroína, tal como estaba previsto, sólo disparó una vez, mientras que todos los actores corrían a detenerla vanamente, gritando exasperados, y observando con notoria confusión la sonrisa resignada que se ceñía en los labios de la heroína, mientras jalaba el gatillo del arma, cuyo cañón posaba suavemente, por debajo de su barbilla.
Un cuerpo calló al mar tiñéndolo por un momento de rojo, defiriendo del final ligeramente, pero causando una horda ensordecedora de aplausos, lágrimas de placer, felicitaciones hacia todos los actores y un grito desgarrador de dolor, que pasaría desapercibido por todos.
Al final, la ilusión no se volvió la realidad y el hechizo perdido de los cadejos, se volvió propiedad del Reino de David.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recalcitrante.